Esperando el crecimiento económico

Era esperable que la economía arrancara lento el año, pero no tanto.

El Banco Central del Uruguay (BCU) divulgó el Indicador Mensual de Actividad Económica (IMAE) correspondiente al mes de marzo, que muestra que la economía casi no creció en el comienzo del año. Tomando el dato promedio del trimestre y comparando con el mismo período de 2023, el avance fue un modesto 0,4%. Según el indicador, la actividad económica viene sin avances sustanciales en más de un año.

Era esperable que la economía arrancara lento el año, pero no tanto. Los datos trimestrales de la Cámara de Comercio reflejaron un aumento interanual de las ventas (facturación efectiva) de 4,1%, lo que alentaba cierto avance. El propio Índice Líder de Ceres mostraba datos más alentadores. La temporada no fue mala, aunque -aparentemente- traccionó poco.

El cambio de precios relativos con Argentina -favorable para Uruguay luego de varios meses de desvío de consumo al país vecino- podía y puede generar cierto impacto positivo, aunque (aparentemente), este efecto no ha sido ni tan rápido ni tan relevante, al menos hasta ahora. Sí puede esperarse que la actividad exportadora (hoy se conocerán los datos), aporte un avance efectivo en términos de actividad, en especial por el lado de la agricultura.

Pero hay un factor que está incidiendo, ciertamente, y tal vez más de lo que se calibraba hasta ahora: la caída del tipo de cambio real, con la consecuente pérdida de competitividad de la economía. O -como se menciona ya de manera reiterada por parte de las organizaciones y gremiales empresariales- el atraso cambiario.

Precios relativos

Uruguay tiene un atraso cambiario reconocido hasta por el propio Banco Central, que lo estiman en algo más del 10% (algunos analistas lo estiman en niveles superiores). Se trata de un tipo de cambio real efectivo por debajo de lo que sería un tipo de cambio coherente con los fundamentos de la economía.

En cualquier caso, el problema está expuesto y sus consecuencias no son fáciles de calibrar. Esto porque el atraso cambiario produce ciertos efectos positivos de corto plazo. Uno es en la propia inflación: es bastante obvio que con un dólar flojo la inflación se contiene, en especial en una economía bastante dolarizada como la uruguaya. Dicho de otra forma, la fuerte baja en la inflación (con su indudable efecto positivo) va de la mano con el atraso cambiario. Desde el BCU se plantea -con razón- que la caída del dólar (el canal cambiario) es parte de la política monetaria. El punto es qué consecuencias tiene esto: si la capacidad de competencia de las empresas (desde las industrias que compiten en la región hasta la parrillada que recibe turistas) se erosiona, eso tiene consecuencias en la actividad. Y es posible que esté pasando.

Además, el atraso cambiario genera un cierto impulso del consumo de bienes y servicios importados que puede lucir estimulante en un principio, pero se puede fundamentar más en el dólar flojo que en un aumento genuino del poder adquisitivo. Son asuntos a tener en cuenta al momento de evaluar la situación objetivamente.

Si la economía sigue sin dar síntomas de recuperación más contundentes, posiblemente el BCU deberá bajar la tasa de interés, lo que podría tener cierto impacto en el mercado cambiario. Sin embargo, al ser año electoral, hay que ver si esto no tiene incidencia en las decisiones de la autoridad monetaria. Lo que reafirma con claridad la necesidad de un Banco Central verdaderamente independiente, cuyas autoridades sean designadas en períodos independientes a los del ciclo electoral, y con autonomía.

Pero en los problemas de competitividad está incidiendo también otro factor, más de fondo y sistémico: el aumento en el gasto (preponderantemente salarios y jubilaciones) que es difícil de sostener para la economía uruguaya. El déficit fiscal subió al 4,2% del PBI, lo que denota que el gasto está yéndose bastante más allá de la capacidad de producción (recaudación). Si la reactivación exportadora se confirma y Argentina ayuda un poco más, es posible que la actividad general mejore y con ella los ingresos del Estado; hay que recordar que el impacto de la sequía fue muy duro en 2023 y este año debería verse una diferencia, a pesar de que el clima otoñal (por exceso de lluvias) ha causado dificultades. De ser así, sería un mentís a la preocupación por la competitividad y la entrada en un escenario más positivo. Pero el arranque del año no ha sido auspicioso.